Solamente los que lo han sufrido saben lo difícil que resulta ver cómo, después de todo un año de trabajo, esfuerzo, sudor, risas y lágrimas, después de todo un curso de ilusión, programaciones, papeleos y kraales, el bus se va un año más sin ti. Obviamente te alegras de que todos vayan de camino a pasar dos semanas en un entorno tan bonito que en ocasiones te recorre un escalofrío de los pies a la cabeza al admirarlo, dos semanas de dormir bajo un cielo estrellado, de salir de marcha, hacer talleres, juegos... Pero te quedas con un nudo en el estómago y la sensación de que, aunque tu cuerpo se queda en tierra, tu cabeza ocupa uno de los asientos del autobús, un sitio en una de las tiendas y un hueco en uno de los bancos del comedor. Te quedas mirando constantemente el reloj durante todo el día pensando en lo que están haciendo en cada momento, repasando el horario tipo mentalmente una y otra vez, llamando cada día para ver cómo van, qué están haciendo y cómo están todos. Y si ya es difícil ver cómo se van, más difícil aún es llegar más tarde que nadie y volver antes que ninguno...
Después de cuatro días en La Bastida ya estoy de vuelta a la realidad, pero mi cabeza sigue estando allí y mi subconsciente buscando alguna forma de volver, aunque sea solamente para una cuantas horas.
Después de cuatro días en La Bastida ya estoy de vuelta a la realidad, pero mi cabeza sigue estando allí y mi subconsciente buscando alguna forma de volver, aunque sea solamente para una cuantas horas.
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